ARISTÓCRATAS
Los aristócratas que veraneaban en Zarautz a primeros de
siglo eran pocos, pero atrajeron a otros. De este modo los títulos linajudos de
España empezaron a visitar la villa, encontrando en ella grandes atractivos: su
belleza, la proximidad de San Sebastián, ciudad de veraneo de la corte; la
cercanía de Biarritz, frecuentado por los elegantes...
La aristocracia se hospedó en el "Gran Hotel" y comenzaron a
construir sus villas, hicieron el golf y toda la infraestructura social y
festiva que su largo veraneo requería.
Era evidente que Zarautz les atraía, poseían otras fincas en otros lugares, pero casi todos pasaban aquí los tres meses del verano. Llegaban en Junio a las fiestas de San Pelayo y se marchaban en Septiembre después de "fiesta vasca". Vivían en su "ghetto" pero en esas fiestas bailaban y se mezclaban con el pueblo.
LA MARQUSEA DE LA
ROMANA EN EL GOLF.
Como la fama se extiende pronto, Zarautz fue visitado y vivido por gentes afamadas por diversos motivos y condiciones. Los propietarios del que fue el Gran Hotel guardan memoria del gran número de personajes que se hospedaron en él, desde los años en que la reina Isabel II vino a la villa, hasta la década de los año 1.960 aproximadamente.
Además de crearse un ambiente como sus constumbres requerían, la proximidad de tantos poderosos juntos suponía una buena inversión: podían resultar negocios, enlaces matrimoniales... Estas familias estaban emparentadas entre sí, tomaban el aperitivo y el té en sus jardines,organizaban tertulias y vervenas, iban a la playa con todo su protocolo. Por las tades frecuentaban el golf y los casinos de Zarautz, San Sebastián y Biarritz y asistían a corridas de toros. En los tiempos más lejanos bailaban en la plaza y las damas se atavíaban con sus mantones de manila.
Su comida era suculenta. Había mesa en la que se servían cinco platos, el poste, a su vez, ofrecía cinco variedades, en algunos casos. Entre las cosas curiosas se cuenta que del pollo solo comían la pechuga, y de la paella el arroz.
2.- LA CASA.
Las villas presentan la misma distribución: las grandes mansiones estaban construidas junto al mar, al que tenían su salida particular. Podría decirse que esa parcela de la playa también les pertenecía. Las rodeaba un jardín inmenso, con caminos, parterres floridos, frondoso arbolado, invernadero, pista de tenis, y, en un extremo, la casita del jardinero.
La vivienda constaba de tres plantas: A la entrada los salones, comedores y despachos, a veces la capilla, en las familias que tenían capellán privado y celebraba la Eucaristía en la casa. Una gran escalinata conducía a los dormitorios de la primera planta, cada uno con su baño, (obra que la mayoría construyó posteiormente). El servicio tenía sus habitaciones en la tercera planta o en el sótano, donde estaban los lavaderos, plancheros y, a veces las cocinas, cuando no estaban al lado del comedor. Un teléfono inteior comunicaba con la vivienda del jardinero, en cuyo edificio, solían estar las cocheras.
3.- EL GOLF.
Lo fundaron el año 1.916 en los terrenos cedidos por el duque de Villahermosa, de la casa de Narros, y en otros propiedad del Ayuntamiento. Se edificó un paqueño chalet y dos pistas de tenis. En la solemne inauguración estuvieron presentes el rey Alfonso XIII, su esposa Doña Victoria Eugenia y la reina madre Mª Crista. No faltaron numerosos aristócratas veraneantes: don Jaime de Silva y Campbell, duque de Lécera y primer presidente del club; marqueses de la Romana, vizconde de Rada, que fue el primer secretario....
EL REY ALFONSO XIII Y SU MADRE LA REINA Mª CRISTINA DE HABSBURGO INAUGURANDO EL GOLF.
Durante la segunda República, aunte la ausencia de nobles, huvo que cerarlo, lo que también ocurrió durante la guerra civil. El mes de Agosto de 1.939 se abrió por tercera vez.
El golf era exclusivamente para la aristrocracia. Los
chicos del pueblo servían de "cadis" y recibía dos cincuenta o tres
pesetas por recorrido del campo. Tras la guerra las cosas fueron cambiando,
comenzaron a aparecer "los nuevos ricos" a medida que la aristocracia
dejaba de acudir como grupo. El golf comienza a tener dificultades económicas.
Don Evaristo Uranga quiso transformarlo en sociedad abierta, y aunque la
aristocracia se opuso, finalmente, huvo que abrirlo al servicio de todo el que
lo quisiera. Por tanto, al final de la década de los años sesenta se
democratizó. Los antiguos cadi pasaron a ser miembros del club, con los mismos
derechos que los pocos aristócratas que aún lo frecuentaban. De este modo
recobró vida y pasó a estar abierto todo el año, y no solamente de Junio a
Septiembre. Los primeros días se notó en algunos cierta postura incómoda que
fue desapareciendo con el tiempo.
El año 1.961 se amplía con un costo total de 438.900 pts. Hoy cuenta con campos de golf, tenis, frontón, bar, y restaurante.
Hubo cuatro o cinco años en los que se celebraron
campeonatos de tiro-pichón, como el ganado por el conde de Teba el año 1.947.
También organizaban diversas fiestas: la gitana, la marinera, la castiza
madrileña, la hawaiana... con disfraces adecuados a la ocasión. Solían ser
unas dos fiestas al mes. Anualmente había comidas de hermandad y competiciones
con otros clubs, como el de Jaizkibel.
4.- LA DISPERSIÓN, LA GUERRA.
La guerra sorprendió a muchos aristócratas en Zarautz. Algunos se refugiaron en el Gran Hotel donde se habían emplazado varias embajadas europeas y americanas. También sirvieron de refugio a los bombardeos las casas que tenían bodegas. El P.N.V. protegió a otros con guardias en sus casas. Hubo quien pudo pasar a Francia por sus proìos medios, y quien se salvó en el barco que fletó Mr. Muller, inglés con quien pactó el nacionalista Ciaurriz, para que embarcase a cuatrocientas personas de la aristocracia y del P.N.V. Los que se encontraban en Madrid no tuvieron igual suerte. Varios miembros de la familia de los condes de Villapadierna e Isabelita San Adrián de Sanz- Enea, perdieron la vida.
Algunas villas aristócratas sirvieron de cárceles,
hospitales y cuarteles, primero de un bando y luego de otro. Hubo jardineros que
salvaron objetos de valor de sus señores ocultándolos en sus pequeñisimas
casas donde no corrían peligro.
Cristina Enea, "La casa azul", como la llamaban, situada detrás del
restaurante Arguiñano, se convirtió en la embajada argentina. Los chicos del
pueblo hacían su guardia armados con escopetas. En ella había una placa donde
podía leerse cómo había servido de "asilo político".
El teniente coronel Chillida emplazó en el golf sus cañones y tiendas de campaña para prevenir un posible desembarco enemigo.
La situación política, la industria, el negocio de las inmobiliarias fueron poniendo estas villas en manos de constructoras que transformaron rápidamente Zarautz en lo que es hoy.
Estas familias venían a Zarauz acompañadas de todo un séquito a su servicio, al que hay que añadir a los que contrataban del pueblo. La señora tenía su doncella particular, el señor su ayuda de cámara. Cada dormitorio de los hijos o bien disponía de doncella propia o bien había dos o tres para toda la casa. Estas se repartían el cuidado de la puerta, del teléfono, limpiaban la plata y las habitaciones. Disponían de mozo de comedor, cocinero y pinche. Si los hijos eran pequeños los atendían tres señoritas: mademoiselle, miss, y froilan, que se encargaban también de su educación; lo que en otras familias hacía un preceptor. Añádase el chofer y el lacayo. A esta lista incorporaban en Zarautz a la lavandera, planchadora y pinche de cocina. El jardinero y su famila se encargaban del cuidar la casa durante todo el año, hacían los colchones al estilo inglés y preparaban la villa cuando venían los señores. Se podría pensar que no trabajaban demasiado siendo tanto el
servicio; nada más lejos de la realidad. Se trataba de grandes casas con
familias numerosas a las que se añadían muchos invitados. Hubo villa en la que
se juntaban de setenta a noventa personas. Sus ex-sirvientes todavía hoy
recuerdan las maderas de los suelos que había que raspar, encerar, sacar
brilo...
La mayor parte de estas personas habla con respeto y veneración de sus señores, les guardan un respeto y un temor reverencial. Frecuentemente el servicio se identificaba con la familia a la que servía: el ayuda de cámara del duque se sentía superior al compañero que solo servía aun marqués. Estos sentimientos llegaban a la vanagloria en los chóferes. Llevaban en sus libreas el escudo nobiliario de la familia, y se ufanaban de su mayor alcurnia. Hubo jardinero al que llamaban "BISCONTI" por ser alto, bien parecido e ir perfectamente trajeado con la ropa que le daba su señor.
En ocasiones, la familia se presentaba fuera de temporada, entonces la mujer e hijas del jardinero hacían las veces del servicio doméstico.Esto les suponía unas 12 horas de trabajo extra, sin poder atender, muchas veces, a su propia familia, trabajo que addemás no estaba remunerado o era objeto de una mísera propina.
Los salarios del servicio interno rondaba las
75 pts. en los años veinte. Desde los años 1.920 al 1.940 el aumento salarial
fue de 75 pts.
Los jardinros cobraban unas 225 pts., que en ocasiones añadían 25 pts. más
por el cuidado de los perros. Tenían la vivienda gratis,pero pasaban muchas
penalidades económicas. Generalmente compaginaban el cuidado del jardín con
otro empleo fuera de la villa. Este último extremo era el argumento que esgrimían
los señores para negar el aumento de salrio que los jardineros a penas se atrevían
a solicitar.
La mayor parte del servicio no se queja del trato recibido, aunque no falta quien recuerda con tristeza, cómo cuando llegaban los señores, todo el servicio, jardineros y familia incluídos, les recibían alineados, mientras los recién llegados se dirigían a acariciar a los perros ignorando a las personas.
Afortunadamente no todos los señores procedían de esa manera. Los hubo que pagaron hasta seguros sociales en aquella época; y quienes llegada la guerra, mandaron a todo el servicio a casa de unos conocidos sufragando su alimentación. Tampoco escasean los casos de extremada parquedad: Se dio el de señora que al comprar un frigorífico nuevo le pidió al jardinero que lo vendiese a cambio de darle la mitad del dinero. La frase se le quedó gravada: "vende el viejo y lo que te den a medias". En otra ocasión el jardinero sacó al señor la partida de nacimiento adelantando las 24 pts. de costo, cuando le pagó 25 le advirtió que la peseta sobrante se la descontaría del sueldo.
Es normal escuchar cómo los más duros con el servicio no eran los señores, sino los inmediatos superiores en la escala social: el ama de llaves era despóticas con las doncellas, la cocinera con el pinche etc.etc. La esposa de un jardinero que ayudaba en la cocina veía cómo la cocinera tiraba la comida que sobraba mientras ella pasaba auténticos apuros para alimentar a sus hijos. Cuando repartían las meriendas a los niños de la casa, quien se la negaba a los niños de los jardineros no era la señora sino el servicio.
Había familia que hacía buenos regalos en
las fiestas de Reyes o en aniversarios de bodas, incluso algunos pagaban los
estudios de los hijos de los jardineros. En otros casos compraban en saldos o
baratillos "algunas ropillas que daba verguenza ponérselas en Zarautz
donde siempre se ha vestido bien". Había señores campechanos y no ponían
impedimento a que sus hijos y los del jardinero jugasen juntos; otros no
soportaban verlos mezclados, y cuando llegaban, los niños de los jardineros se
tenían que ir a la calle.
La vivienda del jardinero era muy modesta. Las había que solo tenán cocina,
dos dormitorios y retrete, a veces fuera de la casa, a modo de agujero. Por
aquel entonces, algunos señores hicieron obra en sus villas,, dotando a cada
habitación de su correspondiente baño. Los jardineros solicitaron adecentar
sus casas, arreglar el servicio, construir un dormitorio más, puesto que los
hijos se iban haciendo mayores...Una vez más la fortuna fue muy variada. Ante
la negativa de algunos señores, hubo hijo de jardinero que amenazó con
denunciarlos a sanidad. Otros tuvieron que marcharse "con las manos vacías".
Comentaba la esposa de un jardinero: "cincuenta años a su servicio y
cuando vendieron la casa me dijeron:¡menos mal que habeis comprado piso, si no
os qquedabais en la calle"!. Otros señores, al morir, dejaron una cantidad
de dinero para sus criados, y hubo quienes les proporcionaron un piso.
A la vista de estos relatos, no deja de ser admirable la veneración a sus señores
que se observa, en la mayor parte de los sirvientes: "eran buenísimos, de
comunión diaria". Este es el sentir de la mayoría que tiene entre setenta
y ochenta años. Fueron sus hijos los que comenzaron a juzgar las cosas de
manera muy distinta. Sus padres, más al margen de los cambios sociales
experimentados, comentan, admirados, lo sencillos que se han vuelto sus antiguos
señores y el trato de igual a igual que ahora les dispensan cuando se
encuentran con alguno de ellos.